Él lo sabía todo

De repente me di cuenta de que él lo sabía todo de mi.

Me di cuenta de casualidad, me miró el DNI con insistencia, tardó demasiado en devolvérmelo, sus ojos se habían clavado en mi foto. Ya de algunos años, por cierto, de cuando tenía el pelo largo, barba de dos días y era más rebelde. Cuando me lo devolvió, me miró a los ojos y en el intercambio de miradas él desvió la suya con disimulo y sonrió. Cualquiera se hubiera sentido tan espiado como me sentí yo en ese preciso instante. Continue reading “Él lo sabía todo”

La soledad del eterno aprendiz

Conozco a gente con la imperiosa necesidad de visitar frecuentemente las bibliotecas. También trabajan, tienen pareja, tienen hipotecas y letras de coche, además, soportan sobre si una incontinencia, en ocasiones inútil, por no parar de aprender.

A veces críticos con lo que estudian, otras no tanto, estudian aquéllo que vieron o que alguien les dijo. Aprender a aprender es algo que no se estudia, se aprende. Algunos afortunados han hecho del estudio su trabajo y han conseguido llegar a fin de mes con el objetivo conseguido de acumular más obligaciones y poder no llegar a fin del próximo mes con tanta facilidad.

Las ilusiones y las obligaciones caminan unidas.

Al aprendizaje le ocurre parecido, camina de la mano del desconocimiento. Aprender es saberse y reconocerse ignorante, ante ti y ante los que nos rodean. El verdadero aprendiz es el que se encuentra más solo (sin tilde) que acompañado en su ignorancia. ¿Ignorabas esto? Puedes actuar de dos maneras, obvia-lo-obvio o intenta descubrir la soledad que le rodea:

Estudiar la nada nunca te dará un conocimiento completo sobre nada. De la misma manera que mirándote en un espejo jamás podrás contar las veces que infinitésimamente estás reflejado en tu pupila.

¿el nihilista se niega a si mismo cuando se pregunta acerca de él mismo?